Era un viernes 28 de enero, en una tarde soleada, del día de mi cumpleaños.Me sentia muy afortunado por lograr conocer la amazonia nacional, aunque sólo fue por un motivo: servir al Ejército como voluntario.
Llegué temprano al sitio donde tenía que esperar el vuelo, la primera impresión fue darme cuenta que estaba a punto de entrar a un sitio que pertenecía a la Fuerza Aérea y como yo me presente en el Ejército, creí haberme equivocado de dirección, pero cuando me di media vuelta para retirarme me llamaron diciéndome: señor Basauri lo están esperando. Me puse en alerta y muy nervioso, así que entre al lugar y me hicieron cruzar por varias salas y al final me llevaron a un gran jardín, Mire hacia la derecha y me topé con una gran vitrina que decía “bienvenido”, luego me encontré con más de 80 personas uniformadas con los típicos colores camuflados que lleva el Ejército, en ese instante me sentí identificado, me presente ante una gran tropa pero me di cuenta que no eran nada sociables y parecían ser personas sin alma, sin emociones y sin vida. Fue entonces cuando me dije: “Esto sí que no es motivador”.
El vuelo tardo, y cada minuto que pasaba la tropa aumentaba pero con personas con las mismas características, luego yo me preguntaba: ¿tal vez es que son mayores que yo” , contaba con tan solo 18 años, y ellos parecían ser mayores por 8 o 10 años más.
Luego, un hombre uniformado con muchas medallas en el pecho nos saludo diciendo: “Buenos días, hoy subirán a bordo del gran orgullo de la Fuerza Aérea”, en ese momento me sentí muy ansioso, acto siguiente nos invitó a cruzar una enorme vitrina luego de la cual me vi impactado y algo aterrorizado: porque estaba al frente a una monstruosidad de máquina que iba hacer nuestro medio de transporte y me volvía decir: ¡¡¡ Dios que emocionante, nunca he visto un avión tan grande. El nombre del avio era Hércules: “Ya cualquiera se imagina del porqué”.
Una vez que llegamos entramos al interior del Hércules, describirlo resultaba emocionante, me percaté de que esta impresionante estructura contaba con 3 pisos; un piso era para la cabina donde se encuentran los pilotos, como también para llevar unos tripulantes al parecer de mucha importancia; el segundo piso era para las tropas que podían ser mas 100 personas; y el tercer piso era para transportar armamento pesado.
Las más de cien personas y yo tomamos posiciones para que el Hércules pueda despegar. Cuando encendieron los motores no podía dejar de estar con las manos temblorosas ya que no me podía imaginar que me iba a la selva con semejante monstruosidad. Pasando los minutos, ya cuando estábamos en el aire, una vos muy ronca nos habló a través de unos parlantes que estaban dentro de la cabina donde estábamos todos sentados, no podía dejar de mirar todos los rostros de las personas que estaban al frente mío, ya que eran dos hileras de asientos que justo al sentarse te das con la sorpresa que nos ubican frente a frente. Me sentía como en la película “Band Of Brothers”, con la diferencia que no íbamos a cruzar el continente para una guerra, ni mucho menos nos íbamos a tirar del avión con paracaídas, y no parecíamos una banda de hermanos, sino hombres anónimos que teníamos la misión de cuidar nuestras dos fronteras que limitan con Colombia y Brasil.
Me dije:
“Faltan pocos minutos para llegar, estoy empapado de sudor, con tembloroso pulso, y es que hace mucho calor”
Hasta que uno de los más de cien me da una sonrisa como diciéndome “tranquilo no pasa nada”, ese gesto me llenó de tranquilidad, como también me dio mucha curiosidad, ya que entre toda la tropa había alguien atraves de sus emociones demostraba tener vidaque tenia vida. Cuando llegamos no podía creer que pudiera haber tanto calor, bajamos del avión y un Comandante nos estaba esperando, se presentó y nos dio la bienvenida, luego se me acercó uno de los tripulantes, casualmente aquel que me sonrió y de inmediato estiró el brazo y me dio la mano presentándose: “me llamo Nick Escalante Salazar, mucho gusto”, me dijo.
Pasando el tiempo me sentí cómodo, como en casa, a pesar que era la primera vez que estaba en la selva nacional. Nunca me dejo de sorprender la naturaleza porque fui conociendo las distintas culturas que descubría, ya que al pasar de los días me topaba con una gran variedad de nativos que tenían un distinto estilo de vida. Fui aprendiendo mucho de la naturaleza, ya que socializaba con los nativos, y así me fui enamorando de la naturaleza, cada vez más y más, quedándome seis enormes meses, donde viví cosas buenas como también malas, “cosas que marcaron mi vida”.
Roger Basauri Castro.
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